De tierras lejanas llegaron estos cuentos. Desde tiempos inmemoriales se relataban en Europa o África. ¿Dónde los habrá escuchado la tía Panchita? ¿Cómo habrán llegado hasta la tibieza de su banca, en esa casa en las cercanías del Parque Morazán? ¿Con qué embeleso María Isabel Carvajal Quesada –Carmen Lyra–, los escuchó o los leyó en antiguos libros? Lo cierto es que estas aventuras de príncipes, princesas, tontos que no tienen un pelo de tontos y el confisgado de tío Conejo ya forman parte esencial del ser costarricense. No sólo se trata de la obra iniciadora de nuestra literatura infantil, sino que, además, es patrimonio del imaginario nacional.